miércoles, 2 de agosto de 2017

Virpazar y Godinje

Llegué a Virpazar y, ¡cómo no!, resulta que la estación de tren está en mitad de la nada y a unos 15-20 minutos del pueblo. Y, por supuesto, llegué alrededor de la una del mediodía y con un sol de justicia. Gracias a maps.me encontré un atajo que, tras cruzar la vía del ten a la brava, me llevaba por una senda al centro del pueblo. Centro del pueblo que, en realidad, es todo el pueblo. Cuando pregunté a Djuro si los trenes que iban de Kolasin a Bar paraban en Virpazar, me contestó con un rotundo: "¡Claro! Todos los trenes paran en Virpazar, ¡cómo no!", con lo que yo me había hecho a la idea de una, si no grande, sí al menos mediana ciudad con su estación de tren y todo. Pues bien, según la Wikipedia, Virpazar tiene 337 habitantes. De ellos, a ojo de buen cubero, 336 al menos se deben dedicar al turismo. Y dejo uno sin contar porque siempre suele haber una excepción, el "raro".

La mitad del pueblo de Virpazar
Pero ahí no había acabado mi viaje. En realidad no había reservado alojamiento en Virpazar, sino en Godinje, que está a unos cuatro kilómetros: dos cuesta arriba y dos cuesta abajo. Me habían dicho que un taxi desde Virpazar a Godinje costaba unos cuatro euros, dispendio que estaba dispuesto a asumir, pero lo que no me habían dicho es que en Virpazar solo hay dos taxis, y que puede que uno estuviera en Pogdorica y otro en Bar, como así sucedió. Por lo tanto, a las tres de la tarde (había hecho una paradita para hidratarme con una cerveza) me puse a hacer dedo en una carretera por la que no pasaba ni el Tato.
Al final sí pasó el Tato en forma de matrimonio alemán que se apiadó de mí... pero que iba a Bar, por lo que nuestros caminos solo coincidían en un kilómetro antes de que el mío se desviara. Eso sí, un kilómetro cuesta arriba a pleno sol que les agradeceré eternamente que me ahorraran.
Pero ya nadie más me paró y me tuve que chupar los otros tres kilómetros andando, con el macuto y con un solazo cuyo calificativo me ahorro por si me lee algún menor. Cuando llegué al alojamiento me ofrecieron un orujo casero de uva que hacen allí (es tierra de viñas), y debe ser la primera vez en mi vida que rechacé semejante oferta y les pedí por favor un buen vaso de agua fresca.


Viñas en Godinje. El segundo día sí probé el orujo
El resto del día lo pasé descansando y visitando un pueblo muy bonito, pero semiabandonado (Lekovici), que estaba colina arriba y desde donde había unas vistas del lago Skadar increíbles. La cena la preparó la señora de la casa donde dormía. Había verduras de un pequeño huerto que tenían, patatas con champiñoñes, carne y pescado del lago. Cené con una pareja de belgas que se alojaban allí también y, a tenor de la cantidad que nos puso la señora, yo creo que se había equivocado y pensó que íbanmos a cenar diez. Era una auténtica exageración, y estaba buenísima.

Lekovici visto desde la carretera hacia Godinje
 Al día siguiente los belgas me bajaron al pueblo en coche y yo me fui a hacer un poco el turista y di un paseo en barco por el lago. Me lo habían recomendado los belgas, pero, francamente, me decepcionó un poco. Eso sí, lo mejor fue el baño que nos dimos en mitad del lago, aunque el agua estaba un poco caliente.
Cuando volví a Virpazar me comí un bocata en la plaza y, cuando había decidido darme un paseo hasta Godinje ya sin el macuto, me encontré a Dolly (la holandesa del autobús de Tara Bridge a Kolasin) haciendo dedo en el mismo sitio en el que había estado yo el día anterior. Eso sí, en cinco minutos nos cogieron y nos llevaron hasta la misma puerta de la casa de Godinje. Hay días que se tiene más suerte que otros.
Quedamos a las siete para subir al otro pueblo y tomarnos una cerveza con las vistas al lago en un bar con terraza que había. Cuando ya nos volvíamos, me saludó un chico que me había visto el día anterior y se puso a hablar conmigo, y no sé cómo ni por qué me dijo que era de Banja Luka (Bosnia, en la parte serbia) y me empezó a enseñar fotos de cuando estaba en las fuerzas especiales en el frente de Banja Luka en la guerra de Bosnia. No le quise preguntar en qué bando, pero sí le saqué que seguía viviendo en Banja Luka y que tenía familia en Montenegro, donde hay una alto porcentaje de serbios, con lo cual...
Con un poco de mal rollo, bajamos a nuesta casa a disfrutar de otra cena, esta vez, además de Dolly y yo, con una pareja de ingleses, que quedaron en bajarme al pueblo al día siguiente a las 8,30 de la mañana para que pudiera coger el tren... a las 11,03.
A la mañana siguiente bajé con los ingleses y anduve haciendo tiempo hasta la hora del tren, y aún podía haber hecho más, porque llegó con una hora de retraso. Para llegar a Shköder, en el otro lado del lago, pero ya en Albania, debía ir en tren a Pogdorica (no sé lo que vale, porque no pasó el revisor) y allí coger un autobús a Shköder (11 euros) a la una, que también salió con una hora de retraso. Eso me dio tiempo a entablar conversación con una pareja de bosnios, una canadiense y una familia de chinos, ya que estábamos todos sin nada que hacer esperando al bus. Cuando por fin llegó, arrancamos para abandonar Montenegro y dirigirnos al próximo país de mi ruta hacia Samarcanda, Albania

Vista del lago Skadar. Lo verde son nenúfares, es también parte del lago, y el barquito que se ve es como el que me llevó de paseo

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