martes, 22 de noviembre de 2016

Hsipaw

Cogimos un autobús a media tarde (en realidad no hay una estación de autobuses, se coge en una especie de oficina en el centro del pueblo del lago Inle) a las 15.30 para aprovechar viajando por la noche (y así de paso ahorrarnos una noche de hotel, que todo cuenta). El paisaje, una vez más, era espectacular, aunque el trayecto fue un poco movidito por las curvas. Este es un buen momento para comentar que, si viajáis en autobús por Birmania, os daréis cuenta de que en todos los atobuses hay bolsas por si te mareas, lo que es una buena precaución, porque realmente la gente se marea y mucho. Yo no sé si es algo genético, si es que no están acostumbrados a viajar o si se ponen tifos antes de salir y luego echan todo lo que se han trajinado unas horas antes. Porque la verdad es que vomitan mucho y muchos. A veces el olor del autobús puede llegar a ser un poco desagradable.

Debíamos llegar a las 5.30 de la madrugada a Hsipaw. Y digo debíamos, porque a las 4.00 aproximadamente nos despertaron para decirnos que ya habíamos llegado. De todos los países que he visitado, Birmania es el único en el que varias veces he llegado antes de la hora establecida. Esto, que puede ser motivo de regocijo si llegas a las 19.00, no lo es tanto cuando lo haces a las 4.00 en vez de las 5.30, porque, tú me dirás qué haces. También hay que decir que en Birmania no se pasa miedo ni aunque sean esas horas. Pero ahí estábamos los tres, a las 4.00 de la mañana, en la calle principal de Hsipaw, sin nada abierto a nuestro alrededor. Decidimos ir al hotel que teníamos reservado para las siguientes noches a ver si colaba... y coló. Se portaron fenomenalmente con nosotros, nos dejaron entrar en la habitación a esas horas sin cobrarnos nada más, lo que le agradecimos profundamente. Todo, menos una cosa. Nos metió en una habitación que para nosotros era la definición de lujo asiático. Era impresionante. No podíamos creernos que costara el dinero por el que la habíamos resrvado... y efectivamente no lo hacía, porque se habían equivocado de habitación. Había como dos hoteles en uno: el de ricos y el de pobres. Nos metieron en una habitación del de ricos, pero a las ocho de la mañana volvimos a nuestra cruda realidad en el de pobres. Eso sí, durante unas horas viajamos como la gente con pasta y no nos costó nada.

Trabajando el campo en los alrededores de Hsipaw
El día siguiente alquilamos unas bicis en el mismo hotel (Lily the House, ya sabéis, si tenéis pasta, a la parte de los ricos, si no, a la de los pobres, en cualquier caso está bien y con un buen desayuno en una terraza muy chula), muy baratas, y pasamos el primer día como en Verano Azul recorriendo los alrededores del pueblo (es todo bastante llano, así que no hay ningún problema), y dejamos el trekking del que tan bien nos habían hablado para el segundo día. El trekking chulo era de dos días, pero, como no teníamos tiempo, hicimos la parte del primer día andando y decidimos hacer la del segundo en motos yendo de paquetes. Además, nos habíamos unido a una pareja de barceloneses que también lo hicieron con nosotros.

El paisaje la verdad es que es más espectacular que el de lago Inle. Si vais a hacer trekking y solo podéis hacer uno, yo os recomendaría este. Eso sí, todo iba muy bien hasta que empezó a llover como si fuera el comienzo del diluvio. Bastante suerte habíamos tenido hasta entonces, ya que, salvo el día de Hpa'an, no habíamos sufrido la estación de las lluvias. Pero lo mejor venía después. Teníamos que bajar en las motos, por unos caminos de cabras estrechísimos y totalmente embarrados y a ratos lloviendo otra vez. Ahora os puedo decir que fue una de las mejores experiencias del viaje y que nos lo pasamos estupendamente. Además, solo nos llovió al final del trayecto (diluvió, mejor dicho) cuando ya estábamos saliendo a la carretera y nos acercábamos a la ducha caliente. Pero en aquel momemto hubo momentos de algún acojone (lo siento, pero no me sale otra palabra más adecuada para describirlo), porque, como os podéis imaginar, tampoco es que fueran unas motos ultramodernas y segurísimas totalmente adecuadas para la conducción en esas condiciones. Ni muchísimo menos. Pero, repito, fue uno de los momentos estelares del viaje, y atravesamos unos de los paisajes más bonitos de los que vimos en Birmania. Pero, por razones obvias, no tengo ninguna foto de esa parte.

A esta cascada llegamos con las motos. A partir de aquí ya fue coser y cantar, pero justo aquí empezó a diluviar

El resto os lo podéis imaginar: una buena ducha, una buena cena y a la cama. A la mañana siguiente cogíamos el tren para ir a Mandalay (sale a las 9.40, solo hay uno), que atraviesa el famoso (y con razón) viaducto de Gokteit y que como tantas otras cosas en Birmania, es baratísimo (unos 4 euros), pero tarda unas 12 horas en llegar, a su ritmo.
 
Lo siento, pero no puedo resistirme con los trenes y las estaciones. Esta es la estación de Hsipaw (parece más de lo que realmente es).






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