lunes, 19 de septiembre de 2016

De Vladivostok a Harbin

Vladivostok es una ciudad que me encantó. Aunque es una ciudad grande, el centro es bastante chiquito y se puede manejar bastante bien. El albergue en el que me alojé yo, el Teplo Hostel, la verdad es que estaba muy limpio y muy nuevo, aunque a unos 15 minutos andando de la calle peatonal y céntrica por excelencia de Vladivostok, la calle Admirala Fokina, donde también hay varios albergues y bastante majos. Por esta calle, además, se baja al paseo marítimo, que es muy agradable y donde se puede comer y tomar unas cervezas, como así hice en los días en los que estuve en la ciudad. Vladivostok es un destino turístico muy popular entre los rusos, y hay playas, aunque no muy allá, en el mismo centro.


Parte peatonal de la calle Admirala Fokina
 
Como se me acababa el visado ruso, con un poco de pereza, pero con ganas, me llegó el momento de cruzar a China. Para hacerlo, decidí que la mejor opción era coger un autobús directo que hay entre Vladivostok y Harbin. Había leído en Internet que antes había un tren que cruzaba la frontera, pero, lamentablemente, ya no existe, y la mejor opción era coger ese autobús.

El billete solo se puede sacar en la estación, que se llama Autovokzal, que está un poco alejada del centro. Se puede ir sencillo y barato cogiendo el autobús urbano número 23 en Semyonovskaya, muy cerquita de Admirala Fokina, por el módico precio de 20 rublos (unos 30 céntimos de euro).

Lenin sanferminero en la calle Admirala Fokina.
El autobús en sí me pareció algo caro, ya que me costó cerca de 40 euros. Sale de Vladivostok a las 6.30 de la mañana y tarda unas 12 horas en llegar a Harbin, dependiendo de lo que tardes en cruzar la frontera. La ventaja de ser el único viajero que no es de ninguno de los dos países por los que pasa el autobús es que la gente no quiere esperar mucho tiempo en la frontera, por lo que el conductor, al que se le veía versado en esos cruces, me apadrinó y me llevó consigo primero con los aduaneros rusos y luego con los chinos para agilizar el viaje. Y tengo que reconocer que tanto unos como otros me trataron muy amablemente y, al ser un paso fronterizo con muy poco movimiento, me hicieron un seguimiento especial y todo fue muy rápido.

Lo que me resultó curioso fue ver cómo, cuando subió la policía rusa al autobús antes de que nos bajáramos nosotros, los pasajeros eslavos hacían bromas con los agentes, mientras que los chinos estaban serios y cabizbajos. Cuando pasamos al otro lado, la historia se repitió, pero se inviertieron las caras alegres y las tristes.

Mi llegada a Harbin no fue de lo más halagüeña. Hacía mucho calor, no llevaba ni un yuan y en los primeros bancos en los que intenté sacar dinero no me dejaba porque solo admitían tarjetas chinas. En China, no en todos los cajeros puedes sacar dinero con las tarjetas occidentales (Visa, Mastercard...). Eso sí, el que nunca falla es el Banco de China... pero hay que encontrarlo. Con lo cual me tuve que hacer unos tres kilómetros andando con todo el calorazo y la mochila a cuestas. Además, para llegar al hotel tuve que pasar por un barrio que era, cuando menos, peculiar, y mi hotel parecía bastante cutre, aunque hay que reconocer que luego la habitación estaba bastante bien.

Harbin es fundamentalmente famosa por su festival de esculturas de hielo en invierno y, francamente, les compadezco, porque para tener un festival así tiene que hacer un frío tremendo, y sus veranos no son precisamente suaves, que digamos.

Lo más característico de Harbin como ciudad es su calle Central, construida a finales del siglo XIX y principios del XX con muchas influencias europeas. Es un calle peatonal de 1,5 km aproximadamente que termina en el bonito y concurrido paseo fluvial. Y no, nos os voy a hablar más de ríos, pero no me resisto a poner una foto.



Paseo fluvial junto al río Songhua, desconocido y "pequeño" arroyuelo

Pasé un par de díás relajado en Harbin paseando calle arriba, calle abajo y paseo fluvial arriba, paseo fluvial abajo, y decidí marcharme a Xi'an, donde ya había estado unos años antes. Como ya tenía mono de tren, y en realidad, porque me parece más cómodo para viajar y en China son muy baratos, utilicé por primera vez la bendita aplicación de ctrip y me saqué mi billete para Xi'an, 35 horas... sentado. La desventaja de que sean tan baratos los billetes es que se acaban en seguida, sobre todo las literas, por lo que si queréis viajar cómodos en tren (las literas están bastante bien), tenéis que sacar los billetes con bastante antelación... o tener mucha suerte.


Calle Central de Harbin

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