sábado, 3 de septiembre de 2016

Irkutsk y el lago Baikal, y hasta Chitá

Curiosamente, la catalana, el argentino y yo estábamos en el mismo "céntrico" según Booking hotel de Irkutsk. Cogimos un taxi entre los tres y nos llamó la atención una cosa muy curiosa. Había coches con el volante a la izquierda y otros con el volante a la derecha, pero no uno o dos, sino muchos, y, evidentemente, el sentido de la circulación era el mismo que en el resto de Rusia, o sea, el mismo que en España. El taxista nos dio la explicación. Antes era mucho más barato comprar los coches en Japón, donde se conduce en el mismo sentido que en el Reino Unido, y por eso había muchos coches ya un poco anticuados con el volante a la derecha. Como ahora ya no les salía a cuenta, todos los nuevos tenían el volante a la izquierda. Como comprenderéis, acojonaba un poco ir en un coche viejo con el volante a la derecha, circulando como si lo tuvieras a la izquierda y con un taxista que no era precisamente un dechado de paciencia y prudencia.

Decir que el hotel estaba céntrico es como decir que el campo de fútbol está en el centro de Tafalla o que Moratalaz está en el centro de Madrid. Vamos, que estábamos bastante lejos por decirlo de manera suave. Como no teníamos nada que hacer, compramos algo pare cenar en un supermercado y nos fuimos a dormir.

A la mañana siguiente nos fuimos a Litvinskaya, en el lago Baikal. Es una ciudad turística para a poco más de una hora de Irkutsk donde te puedes dar un baño y relajar un poco. La mejor forma de llegar es coger un minibús público en la estgación de autobuses que por un módico precio te deja en el pueblo.

Llegamos pronto y nos recorrimos la ciudad en media hora, porque es solo una calle alargada a la orilla del lago donde hay varios hoteles y restaurantes. Desde ahí se pueden hacer excursiones en barco por el lago, cosa quue mis dos acompañantes aprovecharon para hacer, no así yo, que preferí darme un baño en el lago (el agua estaba fría, pero no tanto como en el Pirineo). Quedamos a su vuelta para tomar unas cervezas y cenar.

Fui a esperarlos a su llegada de la excursión y vinieron acompañados de un polaco-estadounidense de unos cincuenta y tantos años muy agradable que habían coinocido en la excursión. Pues bien, una cosa lleva a la otra, un cerveza lleva a la otra, aparecieron una pareja de rusos con una botella de vodka, y acabamos allí todos de fiesta bailando de aquella manera en una terraaz con vistas al lago. Memorable tarde-noche.

Terracita sobre el Baikal. Aquí cayeron unas cervezas, unos bailes y algún vodka, y no, no se cayó nadie

Esa misma noche ya me despedí de todo el mundo porque a la mañana siguiente yo me iba para Khuzhir, en la isla de Olkhon, para lo que tenía que levantarme pronto, volver a Irkutsk, y allí, en la misma estación de autobuses, coger otra furgoneta (560 rublos) y, en unas 6-7 horas, depende de lo que tengas que esperar al ferry para cruzar a la isla, te plantas en Khuzhir.

Sobre este viaje tengo que comentar un par de cosas. En Siberia, en verano, hace calor, mucho calor. Y la carretera hasta la isla solo está bien asfaltada en el primer tramo. Además, te puede tocar un conductor locuelo como el que me tocó a mí, que no es que frenara cuando había un bache, sino que , con cierto sadismo por su parte, yo creo que aceleraba. Con esto quiero decir que, si queréis ir a Olkhon de esta manera, intentéis llegar pronto par coger la furgoneta y poder sentaros en una de las primeras filas, porque, como os pase como a mí, que me senté en la ultima fila, entre el calor y los botes que pegaba, alguno de los cuales casi dio con mi cabeza en el techo, fue un viaje muy desagradable.

Tuvimos la mala suerte, además, de que de los dos ferries que hacen el trayecto entre la isla y el continente (unos 15 minutos), uno se había estropeado. Si le añades que era temporada alta, eso hizo que el tiempo de espera fuera bastante elevado, aunque, después del suplicio del viaje hasta allá, a mí me parecía que estaba en el paraíso.



Esperando al ferry

Por fin llegamos a Khuzhir ya de noche. Es un pueblo pequeño que vive del turismo. Por eso, si vais en temporada alta os recomiendo reservar habitación con antelación porque el alojamiento es bastante caro y, si hay algo barato (que en realidad no sé, porque como soy como soy, reservé habitación mientras esperaba para cruzar con el ferry y me salió caro), en seguida se agota. En toda la isla no hay cajeros (si es que no espabilo, llegué sin dinero a la isla, cosa que ya me pasó hace bastantes años con Antoni en Estonia, pero el hombres es el único animal que cae dos, tres... veces en la misma piedra) y no se puede pagar con tarjeta. La única manera de conseguir efectivo es en la oficina de los eficacísimos correos rusos, pero, para qué arriesgar...

La isla es un remanso de paz y un buen sitio para descansar unos días. Se pueden hacer excursiones en barco o alquilar bicis para recorrer la isla, eso ya.. a gusto del consumidor.

Calle de Khuzhir. Al fondo, el lago

Después de tres noches en la isla me volví para Irkutsk, en un viajes mucho menos accidentado que el de la ida, y me alojé en el City Hostel, totalmente recomendable, mucho más céntrico que el anterior. Allí me fui a cenar con una pareja de Grecia y Estados Unidos, trabajadores de Médicos sin Fronteras que habían pasado año y medio en Birmania y que me hablaron fenomenal del que sería otro de mis destinos de este viaje.

La ciudad la visité igual que Ekaterimburgo, siguiendo la línea amarilla en vez de la roja, y al día siguiente fui en autobús a la estación de tren, que como todas las del Transiberiano, era bastante imponente y me subí al siguiente tren que poco a poco me acercaba a mi destino final, Vladivostok.

Tras 20 horas de viaje llegué a Chitá, ciudad que lo único que tiene reseñable es que es un buen sitio para hacer un descanso entre Irkutsk y Vladivostok. Es una ciudad tranquila y no muy grande, con un parquecillo curioso donde había alguna actuación aún no sé muy bien de qué y donde cené fenomenal y a buen precio en un pequeño restaurante. Pasé la noche y al día siguiente cogí mi último tren de la ruta del Transiberiano entre Chitá y Vladivostok, 55 horas de viaje (dos noches), esta vez, por mi falta de previsión o, en realidad, por mi ausencia de necesidad de previsión, en un vagón de segunda clase, litera superior. No sabía si sería mejor o peor, pero creo que, gracias a mis compañeros de compartimento, fue todo un acierto. Pero ya os los presentaré más adelante, que aún me estoy subiendo al tren en la estación de Chitá.

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