martes, 1 de agosto de 2017

Kolaṡin

De Zabljak empecé mi camino hacia el sur y hacia Albaniacon una primera parada en Kolaṡin. La distancia no es excesiva, pero la manera de llegar no estan fácil. Primero hay que coger un autobús a las 11 de la mañana en Zabljak hasta Tara Bridge, que, como su nombre indica, es un puente sobre el cañón del Tara, y esperar allí a que llegue otro con destino a Kolaṡin. La ventaja principal es que hay una vista preciosa desde el puente. La desventaja, que en realidad en Tara Bridge solo hay un par de tenderetes y un bar, y las indicaciones que te dan de que el autobús llegara a las 13 (otra persona me dijo a las 12,30) y que hay que esperar en mitad de la nada a pleno sol y esperar que paren no invitan mucho al optimismo.
Como en estos casos casi nunca se está solo, en Tara Bridge se bajó también una chica holandesa con la que compartí café y conversación y, si las cosas venían mal dadas, compartiríamos espera haciendo dedo. Pero al final resultó que las informaciones eran correctas y apareció un autobús pequeñico que nos paró y nos llevó a Kolaṡin. Allí, comimos estupendamente en un restaurante junto a la estación de autobuses y luego nos separamos, porque ella se iba a un pueblo un poco más lejano, aunque comprobamos que coincidiríamos dos días después en la misma casa de huéspedes en Godinje, en el lago Skadar.

Vista del río Tara desde el puente

Mi alojamiento en Kolaṡin estaba un poco apartado del pueblo (y cuando te pones a andar a las cuatro de la tarde con una temperatura que ya no era la de Durmitor, sino que había subido unos cuantos grados, eso puede suponer un pequeño problema), pero superó todas mis expectativas. Tenía un apartamento entero para mí, con una cama en la que me podía perder, cocina, salón y baño, y todo completamente nuevo y por 17 euros la noche, lo que en un principio me había parecido caro (mi presupuesto para dormir suele ser menor), pero, visto lo visto, fue una gran inversión. Además, Djuro, mi casero, es un chaval supermajo que habla perfectamente inglés y que me aconsejó fenomenal, entre otras cosas, sobre un pequeño detalle que yo desconocía, y es que Kolaṡin tiene estación de tren y mi próximo destino también, por lo que podía ir allí en mi medio favorito de transporte (junto con los barcos).
Kolaṡin  es un pueblo pequeño, pero muy agradable, con un par de calles peatonales y que se congratula de ser el pueblo que más bares por habitante tenía en la antigua Yugoslavia (ignoro si sigue siéndolo en Montenegro, pero no veo por qué no).

Vista de Kolaṡindesde la estación del tren.

La idea de ir a Kolaṡin era por acercarme al parque natural de Biogradska Gora, pero resultó que era un poco más complicado de lo que parecía. Creo que para ello es mejor dormir en Mojkovac. Desde Kolaṡin hay que coger un autobús que, si va lleno no te para, y te deja como a cuatro o cinco kilómetros de la entrada del parque, y a la vuelta lo mismo o ir a dedo, que es verdad que es una manera fácil de viajar por Montenegro porque la gente suele parar bastante. En cualquier caso, decidí hacer una ruta circular desde Kolaṡin que tenían anunciada en la plaza del pueblo y que era de 10 km, pero que, con mis consabidos despistes, se convirtieron en 13. La ruta la verdad es que fue muy bonita, entre almendros y pinos, y tenía el aliciente de que pasaba por las ruinas (bastante ruinosas, por cierto) de Tvrdava Barutana, que era un antiguo molino-torreón que habían construido los turcos y del que los lugareños estaban muy orgullosos, porque todos los que me hablaban de Barutana me decían que el aquitecto, que era un cristiano enrolado en el ejército turco, lo hizo con forma de cruz (griega). Al que no le dio mucho tiempo de estar orgulloso de su obra fue al arquitecto en cuestión, porque, en cuanto el turco encargado de las obras se dio cuenta del trazado del molino, pensó que él también podía trazar un diseño original con su cimitarra y le cortó la cabeza.

Ruinas de Tvrdava Barutana. Os aseguro que aún se puede apreciar la forma de cruz griega
Además, en el camino ascedente hasta Kukunovac, desde donde se volvía a bajar hacia Kolaṡin, me encontré con una pareja que estaba reposando al lado de una pequeña choza redonda. Al principio no me di cuenta muy bien de lo que era, pero luego me percaté de que eran carboneros y la choza era el lugar donde frabicaban el carbón.
Después de hacer dos noches en mi maravilloso alojamiento (y con ganas de quedarme algún día más en aquella mansión), al día siguiente la novia de Djuro (este no podía, porque era domingo y estaba un poco resacoso) me acercó en coche a la estación de tren (que, como se puede apreciar en la foto, estaba un poco alejada del pueblo y además cuesta arriba) para coger el tren de las 10,30 con destino a Virpazar, en el lago Skadar.
El tren en Montenegro es muy barato (tres euros me costó el billete para algo más de 100 km) y te brinda unas vistas espectaculares, porque empieza a una altura considerable hasta llegar al nivel del mar... cuando se puede ver algo, porque la mayor parte del recorrido lo hace entre túneles. Pero, aun así, merece la pena.

Carbonera en el camino de Kolaṡin a Kukunovac



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