lunes, 7 de agosto de 2017

Shkodër

Shkodër fue la primera parada de mi periplo albanés. Llegué en autobús, sobre las cuatro de la tarde, y con un calor de morirse. Todo el mundo me está comentando que este verano es uno de los más calurosos que se recuerdan.
Shkodër se encuentra situada en el lado albanés del lago Skadar, que, evidentemente, aquí se llama Shkodër. Es una ciudad de unos 130.000 habitantes, y su primer efecto sobre mí fue romper todos mis estereotipos e ideas preconcebidas de Albania. Es una ciudad limpia, con un centro peatonal, donde mucha gente se desplaza en bicicleta, con muchos cafés y bares con terrazas... y vacía en verano a las cuatro de la tarde.


Calle peatonal de Shkodër. Es la hora de la siesta y solo hay un despistado además de mí
Una cosa que aprendí en esta ciudad es que, en Albania, el italiano puede a veces ser más útil que el inglés. Debido a la cercanía de Italia, este país ha sido un habitual receptor de inmigración albanesa durante mucho tiempo, por lo que muchas familias tienen o han tenido a algunos de sus miembros en Italia y han usado el italiano con más asiduidad que el inglés.
Otra cosa sorprendente de la ciudad es que los perros callejeros están marcados y llevan una chapa de plástico en la oreja similar a la que a veces se ve en las vacas.
También aprendí en ella que comer en Albania iba a ser muy gratificante y por muy poco dinero. Eso sí, muchas veces no sé ni lo que pido, me intento aclarar con el camarero y, si no llegamos a entendernos, doy por bueno lo que me traiga. Ventaja de comer de todo y de que la comida sea barata.
Además del centro peatonal de la ciudad, con casas de estilo italiano, una de las visitas obligadas es el castillo Rozafa, de origen veneciano, a unos dos kilómetros de la ciudad, desde el que se tienen unas vistas espectaculares de la ciudad y los alrededores.

Vista desde el castillo de Rozafa
Si vais en verano y andando, os aconsejo ir pronto porque la subida es bastante empinada, sobre todo en su tramo final, y el calor, bastante asfixiante. La entrada cuesta 200 leks, alrededor de 1,5 euros.
Después de un par de días (relativamente) tranquilos, y después de sopesar cómo llegar y cómo distribuir la visita a los dos valles, me dirigí a uno de los grandes alicientes de este país: los valles de Valbona y Theth.

Parte de las ruinas del castillo (si no pongo unas piedras, no me quedo a gusto)

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