jueves, 4 de agosto de 2016

Moscú 2 (en el metro de Moscú... y en el hotel)

Pues bien, una vez fuera de la estación, te das cuenta por primera vez de que el alfabeto latino ha desaparecido. Y ese plus que siempre te da poder leer las cosas aunque no las entiendas, también. Según googlemaps (cómo han cambiado los viajes de unos años a esta parte, eso daría para otra entrada), la estación de metro estaba cerca. Antes de salir de la estación había leído "Suburban train tickets", lo que en mi escaso conocimiento de la red de transportes moscovita entendí como tickets para el metro. Pues no, el suburbano no es el metro, y, a mi entender, se trata de los cercanías.

Como preguntando se llega a Roma y al metro de Moscú, me dediqué a eso, a preguntar. Y en este momento eres consciente por primera vez de algo que te va a compañar a lo largo de todo este fantástico país: la gente no habla inglés. Pero no es que chapurree o sepa decir un par de frases, no. Prácticamente nadie pasa del "hello". Y eso, creedme, cuando estás en un país del que desconoces completamente el idioma (en realidad parece que estoy echando la culpa a los rusos por no saber inglés, cuando en realidad el que ha venido a su país sin saber su idioma soy yo), es un grave inconveniente. Pero también eres consciente de otra cosa: olvídate de todo lo que has oído hablar de los rusos, de que son antipáticos, bordes y demás, son gente encantadora. Pero encantadora de verdad, y con unas ganas de ayudar encomiables. Es verdad que esas ganas a veces se estrellan con la barrera idiomática, pero en general, con buena voluntad y una sonrisa acabas entendiéndote.

El caso es que el metro efectivemente estaba al lado de la estación y allá que me fui. Había estudiado en un plano cuál era mi combinación (tenía que hacer trasbordo) y entré decidido. La estación (no recuerdo cuál era) es preciosa. Como luego tuve oportunidad de comprobar que lo eran otras. Tiene muy bien ganada su fama. Eso sí, parece que bajas al infierno. Las escaleras mecánicas son interminables, y en todas las estaciones en las que estuve tenían por lo menos tres: una de subida, otra de bajada y otra sin funcionar. Yo creo que la tienen así para suplir alguna de las otras dos si falla, porque no pueden estar sin una escalera en funcionamiento.
Escaleras del metro de Moscú. La foto no hace honor a la verdadera altura

Llegué en lo que debe ser la hora punta moscovita y me pareció caótico. Fui zarandeado cual monigote (iba a escribir "me sentí zarandeado", pero es que lo fui de verdad) y fue la primera vez (que no la última) que agradecí mis clases de griego del instituto, porque si no, no sé dónde hubiera ido, pero probablemente no a donde quería. Al final logré llegar a mi estación de destino, trasbordo incluido, y salí a una calle muy chula, llena de flores, que luego me enteré de que es una de las calles que hay que visitar, la calle Arbat.

El hotel estaba cerca de la estación de metrol, pero lo suficientemente lejos como para darme cuenta de que Moscú está levantado por los cuatro costados. Todas las calles están en obras, se supone que para dejarlas niqueladas para el Mundial 2018, pero hay que reconocer que los rusos se lo toman estoicamente y prácticamente no se oye ningún claxon.

Lo de encontrar el hotel ya fue otra historia. No contaba con que en Moscú (en realidad en todas las ciudades rusas que he visitado, pero luego ya me lo sabía) las calles tienen como patios internos que forman parte de la calle y que cuentan como número, pero no son números nuevos, sino 4A, 4B, etc., con lo cual tú ves el 4 y el 6, y no sabes que hay un 4B. Pero después de haber dado con mi patio correspondiente tras un buen rato (con el macuto a la espalda y una buena temperatura, que, aunque Moscú, era julio y las 5 de la tarde), resulta que mi hotel no existía. Bueno, técnicamente sí se puede dcecir que existiera, porque el nombre estaba, pero la puerta estaba cerrada y nadie contestaba al telefonillo que había. En esas estaba, pensando que no había empezado bien con Rusia y acordándome de algún ruso que otro, cuando pasó un señor paseando un perro al que se me ocurrió preguntarle si sabía algo del hotel. Desde luego lo que no sabía era inglés, pero era la amabilidad personificada: me acompañó, llamó a un sitio, a otro, y no se fue hasta que me dejó en la recepción de otro hotel que en realidad era el mío pero con otro nombre. Muchas gracias, señor desconocido.

En este mi primer hotel ruso descubrí también que los rusos tienen sentido del humor. Porque era un zulo. Había que bajar unas escaleras hacia un sótano donde debían estar las calderas del edificio, proque hacía un calor insoportable, y el hotel se llamaba... "Winterfell", por Juego de tronos, la ciudad del norte donde siempre hace un frío de mil pares de narices. Vamos, unos cachondos.

Me registré en el hotel (hay que decir que luego la habitación no estaba caliente como las escaleras de entrada, aunque seguía siendo un zulo), una duchita... y a conocer Moscú.

2 comentarios:

  1. Saludos Txubi. Acabo de entrar en tu blog y, a partir de ahira, seguiré tus aventuras. Supongo que ya andas lejos de Moscú, pero me esperaré a que lo cuentes tú. Tu viaje me trae muchos recuerdos que iré comentando por aquí. De momento, te deseo mucha suerte en tu viaje. Un fuerte abrazo. Antoni

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  2. Hola, Antoni. El problema es que en China no podía entrar en el blog porque tienen "capado" todo lo que es de Google, pero en seguida intentaré ponerme al día. Un abrazo

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