lunes, 22 de agosto de 2016

Moscú 3 (por las calles de Moscú... y nos vamos de viaje)

Moscú es mucho más que su metro. De hecho, me sorprendió gratamente. A pesar de tener que ir mirando más al suelo que a lo que había a mi alrededor por culpa de las múltiiples obras de la ciudad (de paso también comprobé que la mayoría de los currelas que hacían el trabajo duro eran originarios de la Rusia asiática, no eran eslavos), me gustó lo que vi.

Desde luego, lo mejor del zulo que tenía por hotel era su ubicación. En 10 minutos por una avenida llena de zanjas llegué directamente a las murallas del Kremlin y entré en la Plaza Roja. Pues sí, todo lo que os han contado de la Plaza Roja es verdad, es impresionante. Por cierto, el nombre no le viene por ser de color rojo o porque los comunistas de la Unión Soviética fueran "rojos", sino que la palabra "rojo" en ruso antiguo significaba "bonito", por lo que, en realidad, sería la Plaza Bonita.
Allí estaba le mausoleo de Lenin (el que quiera visitarlo tiene que ir por la mañana, cierran a las 13:00), la muralla del Kremlin, la catedral de San Basilio, los almacenes Gum o el Museo Estatal de Historia. Ahí están todos los poderes reunidos: el político, el religioso, el mercantil (en los almacenes Gum están las tiendas más caras de toda Rusia y de parte del extranjero) y el cultural (lo de poder va de coña, claro).  Y lo que se me vino a la mente fueron las imágenes del Telediario de mi infancia con los imponentes desfiles militares de la época soviética, porque la verdad es que grande lo es un rato.


La catedral de San Basilio vista desde el río

Otra cosa bien chula que tiene es el río. El río Moscova, que ni siquiera lo estudiábamos en el colegio y, sin embargo, es más grande que cualquiera de los arroyos que tenemos por aquí a los que llamamos ríos.

Sí, ya sé que me pongo un poco pesado con el tema, pero es que en el tiempo que llevo de viaje ya he cruzado varios de los grandes ríos del mundo y otros que no parecen tan grandes, pero que también impresionan. Y es que a mí lo de los ríos me tiene todo loco.


El río Moscova. A la izquierda, la muralla del Kremlin


Pues así me pasé dos días, pateándome las calles de Moscú y los parques, que tiene algunos bien chulos, y  comiendo carne de caballo al estilo kazajo o uzbeko (ya no me acuerdo, había de los dos), que estaba bien buena.

Pero ya tenía ganas de coger el tren, que en realidad para eso estaba allí. Por la mañana del tercer día me cogí el metro, en lo que ya era un consumado experto (aunque por las prisas cogí la línea correcta, pero en dirección equivocada, meos mal que iba con tiempo) y me planté en la estación de Kazanskja para empezar el primer trayecto del Transiberiano.

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